Retiro de Hermanos 2022
Entre los días 16 y 22 de diciembre los hermanos de la Provincia de América Austral tuvimos nuestro retiro anual, en la zona de pastoral del Colegio Manuel Belgrano de Temperley. Fue animado por el monje y sacerdote benedictino Héctor Lordi. Durante su transcurso hemos tenido la inmensa alegría de acompañar por caminos de comunión orante y fraterna al Hno. Novicio Gastón Spahn, en su preparación para su primera profesión religiosa.
El itinerario que nos propuso el monje animador viene en sintonía con el lema que nos acompañará durante 2023: “Enviados a dar vida”. Para que éste cobre significado vital en nuestras fraternidades misioneras, intentemos desandar brevemente el contenido del retiro para luego reconstruirlo en los PAC comunitarios y llevarlos a la realidad existencial, contextualizada en cada lugar en donde estemos como hermanos.
Somos enviados a dar vida, la vida del Espíritu que obra en cada uno el querer y el actuar, para que sea Él y no nosotros quien ejerza su influjo en los ambientes que habitamos. Invoquemos como comunidad al Espíritu Santo, para que en nuestro aquí y ahora pueda ser un kayrós cotidiano.
Bajo la suave influencia del Espíritu será más sencillo atravesar los desiertos, desolaciones y las tentaciones. Su presencia amable riega la tierra en sequía, sana los corazones enfermos, lava las manchas e infunde calor de vida de vida en el hielo. Enviados a dar el calor de la vida.
En varias ocasiones se nos invitó a orar incesantemente, a ejemplo del peregrino ruso que repetía “Señor Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí”, o simplemente repitiendo como un mantra el dulce nombre de Jesús. Esta forma de oración nos lleva al evangelio de Mt 6, 6 (“Cuando ores no digas muchas palabras…”) y también a San Pablo en Rm 8, 26 (“el Espíritu ora en nosotros con gemidos inefables”). Enviados a la oración en el Espíritu que da vida.
Con el Espíritu transitamos los senderos de la gracia y los abismos del pecado. Sabemos experiencialmente que somos sostenidos por la sobreabundancia de la gracia y que, en cada momento, es el mismo Dios el que dispone todo “para el bien de quienes lo aman” (Rm 8, 28). Enviados a caminar juntos siendo portadores, como María, de su gracia, que es vida.
Es el mismo Espíritu que, abriéndonos a su obrar, sana nuestro pasado y potencia nuestro presente incesantemente. Él aquilata nuestro ser y actuar con su bondad operante, que nos invita a la libertad del perdón, lavándonos los pies los unos a los otros. Enviados a ser dadores de su vida sanadora.
Para que todo ello se vaya realizando, somos llamados a ponernos voluntariamente bajo la mirada de Dios, “que no mira las apariencias sino el corazón” (1 Sam 16, 7). El corazón de cada uno, el corazón de la comunidad, el corazón de las comunidades educativas… mirados y amados por el amor de Dios, la tercera persona de la Trinidad: el Espíritu amante que se expresa para nosotros en el fuego vivo del Corazón de Jesús. Enviados a dar la vida desde el corazón amado para amar a cada corazón encontrado.
En una de las síntesis que nos regaló el P. Héctor expresó: “Todo el evangelio expresa la espiritualidad del grano de trigo, que muere para ser pan de vida para los demás”. Enviados a dar vida.
En paralelo al trayecto espiritual rememorado más arriba, también hemos sido interpelados por el Espíritu por medio de cuestiones referentes a nuestra vida de hermanos, que nos formularon un grupo de jóvenes universitarios de ambos sexos, algunos de ellos exalumnos. Ellos fueron la mediación que nos motivó a dar razones de nuestras vidas en este presente. Nos hicieron llegar sus preguntas e inquietudes sobre la vocación, las dificultades experimentadas y su superación, la vida comunitaria, los votos religiosos, la espiritualidad y la misión. Dichas inquietudes fueron trabajadas tanto personal, como en pequeños grupos y luego en plenario. Las respuestas se harán llegar a cada joven.
Hermano, gracias por dar tu vida para la vida del mundo. Que tengas un año de bendición y seas, tú mismo, bendición para los demás.
Hno. Daniel Impellizzieri
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