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¿Qué les faltó a los chicos durante la pandemia?

Cuando recordamos aquel marzo de 2020 lo hacemos como si fuera ayer o como si estuviera más presente que nunca. Por eso es difícil saber qué les faltó, ya que recién ahora se están volviendo a reconstruir esos lazos que se habían perdido.


A medida que fueron llegando las noticias del viejo continente nos fuimos distanciando hasta, poco a poco, ir quedando en la soledad. Aunque los católicos sabemos que esa soledad no existe, que siempre nos acompaña Jesús, fue una sensación de lejanía con los seres queridos.

Las familias se transformaron en el gran refugio en muchos casos, para darle batalla a esa sensación de soledad y vacío. Sin embargo, faltaron las grandes reuniones familiares, esas en las que vas a la casa de los abuelos y está llena de parientes.


Faltó el levantarse temprano, vestirse rápido y el saludo de mamá y papá dejándonos en el colegio. Faltó el extrañarse un poco con los padres y los hermanos. Faltó la maestra retando a los compañeros por estar mal formados. Faltó el amigo jugándole una broma al profesor. Faltó el recreo, el ir a la cantina y aglomerarse entre los compañeros para comer el sándwich de todas las mañanas. Faltó el bullicio de la entrada y la salida. Faltó el abrazo de papá o de mamá al retirarse de la escuela. Faltó el abrazo cálido del amigo, ese que te muele los huesos y ante las dificultades te invita a seguir. Faltaron las misas de los domingos, el saludo con los Hermanos, el deseo de un buen domingo, la bendición de Dios. Faltó el ir a hacer un deporte, el gritar un gol, el embarrarse la camiseta…

En definitiva, la virtualidad fue un pequeño parche dentro de la inmensidad de experiencias que te dan la escuela y la vida. Los conceptos se pueden seguir enseñando, pero nada puede reemplazar a la afectividad, al contacto, al respeto, a la mirada cálida entre un profesor y un alumno presente, no a la distancia. Ahora sabemos que no es lo mismo, porque eso hizo que nos sintiéramos lejos y que nuestros corazones se entristecieran. Pero hay algo que nunca debemos olvidar, que lo único que no faltó fue Dios, que siempre nos acompañó, aún en los momentos más difíciles.


Todos estos recuerdos se irán tapando poco a poco con la "normalidad". Será parte de la historia de la humanidad. Poco a poco iremos sanando las heridas, aunque quedarán cicatrices que no se borrarán.


El hombre que alguna vez, por un breve instante, sintió el mundo en silencio, en calma, supo que no estaría nunca solo, porque siempre tendría la compañía del amor de su Padre Dios.


Prof. Matías Pracht

Colegio Sagrado Corazón, Venado Tuerto

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