Misionar en familia la Pascua de Jesús
Por primera vez el grupo misionero Cor Jesu de Temperley nos invitó, a través del Hermano Mario Gassman, a vivir una Semana Santa distinta: misionando en Chascomús para llegar al corazón de aquella comunidad. La idea nos pareció muy convocante y, después de resolver algunas cuestiones domésticas, aceptamos la propuesta.
Teníamos mucha expectativa y algunos temores ya que nosotros dos ya habíamos vivido experiencias similares en nuestra juventud parroquial, pero esta vez íbamos con la compañía de nuestros hijos de nueve, siete y cuatro años. Era un lugar nuevo, rutinas nuevas, gente nueva y una tarea nueva… pero al pensar y tratar de discernirlo en la oración descubrimos que “el corazón nos ardía” (cf. Lucas 24,32) y elegimos confiar en Dios y en este nuevo llamado.
Iniciamos la misión convencidos de que iba a ser una Pascua diferente y con el correr de los días nos encontramos con hermosas sorpresas de Dios.
Fue emocionante descubrir a nuestros hijos elegir a los misioneros con quienes querían caminar de la mano por las calles de la ciudad, verlos con sus remeras y cruces tocar los timbres de las casas (aún sin saber si iban a abrirles o cómo los recibirían), sumarse a las celebraciones cantando, tocando algún instrumento o leyendo un misterio del Rosario. Y más emocionante aún fue volver y tener que secarles las lágrimas esa primera noche post-misión en la que extrañaban ese clima y a esas personas que ya eran más que amigos: ¡eran nuestra familia misionera y Corazonista!
Fue un gran testimonio ver a tantos jóvenes comprometidos vivir en clave misionera de fraternidad–espiritualidad–misión al compartir sus dones entregados a los demás y a la misión, administrar el tiempo para compartir juntos las oraciones de la mañana y de la noche y, muchas veces, llegar corriendo de las tareas para el Rosario del mediodía, visitar cada hogar de Chascomús y, cuando eso se logró, buscar por dónde seguir, aunque eso excediera los planes.
Fue una oportunidad para revalorizar nuestros amores: ver a nuestra familia que, a pesar de las luchas, dificultades y temores cotidianos, intenta vivir el amor de esposos, el tiempo compartido con los hijos, la oración juntos y, ahora, abrirse más a la dimensión comunitaria. ¡Y juntos!
La alegría de Jesús Resucitado fue creciendo en nuestros corazones y la vivimos como familia extendida: nosotros cinco y todos ellos como una sola familia. La experiencia de sabernos hermanos entre nosotros, todos caminando con un objetivo, cada uno en su etapa, con su edad e historia fue imagen de lo que es la vida y la familia cristiana.
Para nosotros tener una familia cristiana es un regalo inmenso y hermoso: nuestros hijos, cada uno, es una bendición de Dios y la responsabilidad de educarlos en una fe que los prepare para amar es una tarea grande.
La “misioncita” fue una gran experiencia, un hermoso ejemplo de entrega y alegría cristiana para grandes y chicos. Porque misionar es donarse a otro, es ofrecer tiempo, cansancio, paciencia y como dicen los chicos, al misionar “uno vuelve misionado”. Esta misión fue una catequesis viva de la verdadera evangelización: cristianos alegres, viviendo en comunidad, compartiendo la fe, sus dones y bienes.
Estamos muy agradecidos de haber podido vivir estos días tan especiales, días que dejaron una huella en nuestros corazones. Damos gracias a Dios, al Hermano Mario y a cada miembro del grupo con el que compartimos esta Santa Semana.
Ahora toca volver a la vida diaria, atentos a esa alegría pascual y unidos de corazón a corazón, ¡en el Corazón de Jesús!
¡Ametur Cor Jesu! ¡Ametur Cor Mariae!
Nicolás, Lorenzo, Ma. Isabel, Juan Simón y Mercedes
(Familia Méndez Venditto)
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