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Entrevista al Hermano Roberto F. De Luca




¿Cómo les dijiste a tus padres que querías ser hermano? ¿Cómo lo tomaron ellos?


Tenía 10 años, iba al colegio de los Hermanos que se llamaba San Rafael, ahora sigue existiendo, pero pertenece a la diócesis de Buenos Aires, está en el barrio de Devoto, de la ciudad de Buenos Aires.


Había una semana que se llamaba “semana vocacional” en la que se hacía una encuesta. El director era el Hno. David. Se preguntaba que quería ser cuando uno fuera grande y ponían varias opciones: maestro, profesor, futbolista, sacerdote, hermano... Puse futbolista. En esa categoría teníamos un equipo que era imbatible, también estaba Carlos Bianchi, pero él estaba en cuarto grado.


Entre las opciones figuraba la vocación de hermano. La vocación de hermano era rara y sigue siéndolo, más se conoce la de sacerdote. Se me prendió la lamparita al visualizar al hermano que me daba clases que se llamaba Anselmo, ya fallecido. Para nosotros era un ídolo: jugaba bien al fútbol, al truco, era muy dado con los alumnos de todos los cursos, y también muy exigente en clase. Era el líder de los jóvenes. Pensé “mirá qué lindo ser como él” y puse una cruz en la opción de hermano. Luego todo pasó al olvido. Hasta que…


Al mes, más o menos, vengo del potrero cercano de jugar a la pelota, y veo entrando a mi casa un cura con sotana y pensé: “¿qué macana habré hecho en el colegio para que manden un cura a mi casa?”. Habitualmente llaman los padres al colegio, no al revés. Agarré y empecé a dar vueltas por la cancha revolviendo mi conciencia buscando alguna indisciplina… Llegué a la conclusión de que en el colegio no había realizado nunca una macana, a diferencia del barrio donde tenía para hacer dulce de leche. Entonces decidí entrar nomás en mi casa. No conocía al hermano que había venido. Después me enteré que era el que se encargaba de los casos vocacionales, de los chicos, los jóvenes, que querían ser hermanos. Se llamaba Bernardo. Bueno, lo cierto es que estaban mi mamá, mi papá y él mirándome fijamente. Por si acaso, a la defensiva, de movida dije: “Yo no hice nada”. “No, no, es por otro tema”, dijo alguien. Ahí el hermano sacó la ficha y dije: “¡Ah, era eso!” Cuando hablé así, hubo cierto desencanto en el hermano. Mis padres, que estaban atentos, me preguntaron: “¿Qué, no tenés interés?” Yo respondí: ¡Sí, ¿por qué no!?” Como que no me gustaba mucho que dudaran de mis decisiones.



¿En qué año se uniste a la congregación y por qué? ¿Te costó mucho adaptarte?


Decidieron que entraría el 6 de diciembre de 1959, pero esa semana me engripé, entonces me hicieron ingresar el 12 de diciembre. Tenía 10 años cumplidos en octubre. Se ve que tenían miedo que durante el verano me arrepintiera, porque me hicieron entrar en diciembre cuando ya no había clases.


Fui al colegio Sagrado Corazón de Lomas de Zamora; sólo había nivel primario. Ahí cursé cuarto grado (quinto en la actualidad). De movida me llamaron la atención muchas cosas, la principal: las canchas de fútbol (había muchas). Me costó un poco adaptarme, los demás chicos eran del interior. No me costó tanto la disciplina y el orden, pero cambié mucho porque antes tenía mucha vida libre en el barrio y ahí ya no podía salir. Convivíamos unos 40 chicos con hermanos que nos cuidaban y enseñaban. Teníamos estudio por la mañana, encuentros por la tarde, deportes y oración.



¿Qué crees que hubiese pasado con tu vida si no te hubieses unido a la congregación?


Si no ingresaba a la congregación mi vida hubiera sido un desastre, ya venía pintando así, aunque era muy chico todavía como para afirmarlo categóricamente. Mi barrio era como un pueblo chico y todos le contaban a mi mamá lo que yo hacía. Todos los vecinos te cuidaban. Mis padres trabajaban mucho, lo hacían en casa. Le agradezco a Dios la vida que me dio y me puso por delante. Tal como soy y como me conozco, no sé qué hubiera sido de mí. Las oportunidades que he tenido como hermano a mí me satisfacen y las veo como un regalo de Dios.




¿Hay alguna razón en particular por la que eligieron Venado Tuerto para construir un colegio y no otra ciudad más grande, como Rosario?


En principio la idea era fundar en Rosario, donde ahí teníamos posibilidades de desarrollarnos. Sucedió que, en un viaje a España, un señor se encontró con unos hermanos que viajaban a visitar a sus familias. Este señor resultó ser el papá del que ahora es Arzobispo de Rosario, Monseñor Eduardo Eliseo Martín. Se puso a conversar con los hermanos y les comentó que en Venado Tuerto había gente que veía la necesidad de abrir un colegio de varones dirigido por religiosos, como el de Santa Rosa, que ya funcionaba y que era para niñas dirigido por hermanas. Cuando los hermanos volvieron de su visita a España le comentaron eso a sus superiores. Los hermanos averiguaron que el Círculo Católico de Obreros estaba interesado en la propuesta de abrir un colegio en Venado. Concluyeron que ellos organizarían el colegio y los hermanos lo dirigirían. Se dejó de pensar en Rosario y se pensó en trabajar en Venado Tuerto. El lugar era por la calle 25 de mayo, cerca del Parque Español. Y así comenzó nuestra historia en Venado…



¿Cómo fue tu experiencia en los primeros días en el Sagrado Corazón de Venado Tuerto? ¿Qué cargo ocupaste?


Vine tres veces a Venado Tuerto. La primera en 1961, para estudiar. Empecé primer año de la secundaria en el seminario que funcionaba para los chicos que queríamos ser hermanos.


En el año 1975 vine como maestro, di clases en primaria y cuidaba pupilos. Me encantó dar clases aquí. Tenía la cancha al lado para jugar al fútbol con los alumnos. La primaria me gustaba mucho porque es como que armás una comunidad con tu grado. He disfrutado siempre de las clases de primaria. Después de eso, cuando terminé en el Instituto Católico de Enseñanza Superior (ICES) el profesorado de Castellano, Literatura e Historia, me destinaron como rector del Colegio Benito Nazar (CABA), donde estuve 28 años.


Volví en el 2006 para ser director. Lo disfruté mucho y creo haber hecho lo mejor posible. Y aquí me jubilé.




¿Cuáles fueron tus inspiraciones y motivaciones para educar?


En primer lugar, pondría al maestro que me dio clases a mí (Anselmo). Ése era mi modelo a seguir, después lo cambié por Jesucristo. Yo tengo la profesión de maestro, pero la vocación de hermano. Considero que no podría ser hermano sin ser maestro como soy; y no podría haber sido el maestro que fui sin ser hermano como soy. Es una unidad. El tema de la vocación es para servir, ayudar. Y eso traté de hacer siempre, obviamente con mis más y mis menos.



¿Qué es lo que más te gustó de tu profesión?


Yo tuve la suerte, o la providencia de Dios así lo dispuso, que tengo las dos cosas que me gustan: ser hermano y maestro. La cercanía con los jóvenes siempre me gustó. Soy de carácter bastante complicadito. A pesar de eso, los hermanos y los alumnos siempre me bancaron y contuvieron. Aprendí mucho de los hermanos que me rodearon. Obviamente que también aprendí de los libros, pero la experiencia se adquiere con la práctica. Siempre he dicho que la renovación del alumnado cada año escolar te obliga a crecer con nuevas propuestas para mejorar en la profesión y en el apostolado.



¿Qué diferencias hay y puedes encontrar entre el Colegio Sagrado Corazón de Venado Tuerto y el Benito Nazar?


Son diferentes épocas, capaz que no se pueden comparar. Allá, el primer año que fui, ya fui de Director. Lo primero que hice fue hablar con los que más experiencia tenían, a ellos les pregunté. Eran cinco cursos y otra realidad cultural. Acá los alumnos hacían peñas y pude asistir a ellas, había un contacto más distendido y permanente. Pero, en esencia, el alma juvenil es la misma y tiene las mismas necesidades y anhelos. Creo que la actitud que más desarrollé en cada colegio fue la de adaptarme. Considero que no fue una situación pensada, sino que es como que me surge con cierta naturalidad.



¿Por qué los hermanos dejaron de dar clases?


Porque estamos viejos y ya estamos jubilados. Se nos complica profesionalmente. Ya ser maestros no se nos permite, sí actuar desde lo pastoral que es lo que estoy haciendo ahora: hablar de estos temas, en un encuentro, o para acompañar en algo. También, gracias a Dios, hay un hermano joven que se llama Gastón Spahn (Goli), que está estudiando Ciencias Sagradas. Está dando clases de religión, catequesis y también trabaja mucho en los movimientos que hay en la escuela, retiros, grupos juveniles, etc.




¿Qué es lo que más te gusta de la comunidad Corazonista?


Soy una persona muy sociable. Les cuento: Una vez en Roma (Italia), durante una reunión que duraba un mes, teníamos salidas en los ratos libres, los fines de semana. Un amigo me dijo que fuera a ver los jardines de un lugar cuyo nombre no me acuerdo. Entonces partimos en grupos, éramos como diez, fuimos en dos autos. Paramos en un lugar a comer y nos pusimos a charlar y contar. Cuando llegamos al lugar de los jardines faltaban 15 minutos para cerrar y no nos dejaron entrar porque era tarde, entonces nos volvimos. Cuando le dije a mi amigo que no habíamos visto los jardines me dijo que cómo era que habíamos ido expresamente para eso y no lo habíamos visitado. Le dije que igual la había pasado re bien de otra manera. Esa anécdota refleja lo que más me gusta de la vida comunitaria. Pero para llegar a una relación de ese tipo entre personas hace falta unidad y fraternidad, y esa unidad y fraternidad entre nosotros la da Jesús, que es centro de la comunidad. Pero no se crean que somos todos santitos… Nos cuesta mucho. Nos cuesta mucho ser buen compañero, buen hermano, aceptar los defectos del otro, que el otro acepte los tuyos. Si tenés a Jesús que es tu motor y referente, la cosa se va acomodando, pero hay que tenerlo y hacerlo presente permanentemente.



¿Qué diferencias hay en el colegio de cuando entraste y de lo que hay hoy en día?


Vine en el 2006 con mucho entusiasmo. En esos días vinieron muchos exalumnos míos (de cuando di clases a partir de 1975) a visitarme, que ya están casados. Eso me dio mucha alegría. Lo que uno debe armar son equipos, equipos para trabajar. Porque el colegio es un lugar de trabajo, pero también un lugar para armar comunidad, para vivir en fraternidad lo mejor posible, y eso lo intenté en los dos colegios.



¿Qué sentís después de tantos años acá?


En realidad, no miro mucho el pasado, aunque cada tanto aparecen los recuerdos… Más bien trato de buscar herramientas que se necesiten para estar un poco más cerca, escuchar las necesidades. El jugar al fútbol con los alumnos me sirvió para poder acercarme a ellos y aprender mucho, pero el estudio te genera hábitos que te permiten llegar a la actividad con más soltura y seguridad. También te genera más confianza en vos mismo. Siempre hay cosas nuevas que te desafían.



¿Alguna vez pensaste en abandonar la vocación?


Sí. Yo también fui joven. Les cuento: Tenía una hermana más chica que yo (ya fallecida) que tenía unas amigas que revoloteaban muy cerca, y eso, a esa edad, te hace pensar un montón de cosas. Entonces una idea me empezó a rondar por la cabeza: puedo ser buen profesor, buen maestro y formar una familia sin ser hermano. No estaba enamorado ni me gustaba nadie en particular, pero me hizo cuestionar mi vocación. Otra cosa que me ayudó a mantenerme fue lo siguiente: a los 18 años me rompí la rodilla jugando al fútbol. Si eso no hubiera sucedido, estaban siempre mis amigos de Buenos Aires que me demandaban para jugar al fútbol con ellos, entre ellos Bianchi, que ya estaban jugando en las inferiores de Vélez. Ahora que lo miro a la distancia veo como que Dios me fue armando el caminito. ¿Cómo es la relación entre Dios y uno? Dios te propone algo, si vos no la aceptas Él no puede hacer nada. Ante la posibilidad de abandonar la vocación siempre me propuse seguir con la ayuda de Dios, pero mi decisión no fue de un momento, es una respuesta permanente.



¿Cuál es la anécdota más graciosa o más linda vivida de todos estos años con alumnos?


Una de primaria. Fue cuando se enteraron los pibes que yo cumplía años. Sabían que me gustaban los Beatles… ¿Qué hicieron? Me regalaron un longplay. Me cantaron el feliz cumpleaños y me entregaron el regalo. Yo les agradecí, lo abrí y luego les propuse empezar las tareas del día. Entonces me dijeron que ahora lo querían escuchar. Así que me fui a buscar el tocadiscos. El disco sonó toda la mañana y ellos en silencio, sólo se movían. Yo pensaba para mí: “no puede ser, voy a traerlo todos los días…”. Laburaron no saben cómo, les encantó.


La otra anécdota es del secundario y se relaciona con un día de convivencia en la Quinta, con los chicos de 5° año. ¡Qué más lindo que ir a la Quinta a celebrar con los amigos o compañeros de curso!, es hermoso. Había tres chicos que habían repetido, estaban en 4º año y los alumnos de 5º iban a la Quinta… y ¿quiénes faltaron al colegio en 4º? ¡Esos tres! Me habían pedido permiso para ir, pero les había dicho que no porque era para 5º y no para 4º. A pesar de la advertencia agarraron la bici y se fueron por su cuenta para allá. No se esperaban que yo también fuera. Me los encuentro a los tres y les digo: “¿Qué hacen acá?”. No me acuerdo, pero es probable que les haya dicho que se fueran de la Quinta. Al día siguiente los llamé uno por uno. Les dije que debíamos solucionar esto porque me habían desobedecido delante de todos los chicos, así que algo había que hacer. Les propuse que eligieran la manera de “castigarse” por esta acción y que les daba una semana para que lo pensaran. Después yo me olvidé. A la semana, aparecen los tres y me dicen que estableciera yo la penitencia porque ellos no sabían qué elegir. Me acuerdo que les dije algo así: “Ustedes se pasaron una semana de perros, porque estaban amargados, un poco me habían fallado a mí, les mintieron a los compañeros…”. Les jugué a la conciencia, y al final les comenté: “¿Aprendieron? Bueno listo, no lo hagan más y cuando tengan algún problema hay que conversar”.



¿Alguna vez sentiste la presencia de Dios? ¿Cuándo? ¿Por qué?


No es un tema tan fácil de discernir y leer. Dios se presenta de muchas maneras, lo relaciono con la felicidad, pero también con el dolor. Cuando falleció mi hermana a los 29 años yo sentí su presencia, me apoyé en Él y eso me ayudó. También en los momentos de mucha alegría, por ejemplo, cuando hice mi profesión de hermano a los 16 años. Cuando hay un fallecido cercano a nuestra comunidad educativa acompaño al Hno. Santos para dar una oración, ahí también está Dios.



¿Cuál es tu motivación que te lleva a seguir tantos años en tu vocación?


Mi motivación es Dios, el palenque que tengo yo es Dios. Es una cuestión diaria, es como el matrimonio. Diariamente elijo a Jesús, porque el me elije a mí, yo le digo que sí.



¿Cómo te sentís con vos mismo después de todo lo que lograste?


Me siento feliz, me siento bien conmigo mismo, pero me mantengo atento a lo que Dios me pida y a lo que yo pueda responder…



NOTA: Las preguntas fueron pensadas, redactadas y leídas por alumnos de Tercer año “Economía” del Colegio Sagrado Corazón de Venado Tuerto, en el marco de la materia Historia, dictada por el profesor Emilio Rodríguez.





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