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El Padre Andrés Coindre y el educador

El Padre Andrés Coindre no escribió ningún tratado sobre la educación, pero leyendo sus escritos podemos comprender que tenía unas ideas claras y concretas sobre la educación y la tarea o misión del educador.


En su Prospecto del establecimiento del Pío Socorro de Lyon de 1818 nos dice que el buen educador sabe relativizar las culpas de los niños y de los jóvenes, pues a su edad son “más superficiales que malos, más atolondrados que incorregibles”, y seguidamente formula el principio de una pedagogía basada en la confianza: “es necesario no perder la esperanza de que cambien”. Un poco más abajo indica que hay que proteger a los niños y a los jóvenes “para formarlos en el bien, para que sean trabajadores y buenos cristianos que lleguen a ser un día buenos padres de familia y buenos ciudadanos”.


Las dos primeras obras que el Padre Coindre confió a los Hermanos del Sagrado Corazón fueron dos providencias o patronatos para chicos pobres, desamparados o reclusos, uno en Lyon y el otro en Valbenoîte (Loira). En el citado Prospecto nos dice también: “Ahí se les enseña un buen oficio; se les inicia progresivamente en el conocimiento y en la práctica de sus deberes religiosos”.


Pero en la predicación de Misiones parroquiales, Andrés Coindre se fue dando cuenta de que los chicos de los pueblos no gozaban del apoyo educativo que necesitaban, y decidió orientar su congregación de Hermanos hacia la educación de los niños y de los jóvenes. Es lo que anunciaba al Hermano Borja en su carta del 21 de enero de 1822: “Si abrimos otro establecimiento, será para enseñar a leer y escribir a los niños como hacen los Hermanos de las Escuelas Cristianas”.


La toma de conciencia de la mala situación de los chicos de los pueblos va a tocar el corazón del Padre Andrés Coindre, como lo había tocado en su encuentro con las dos niñas abandonadas y con los jóvenes presos en las cárceles de Lyon. Eso le va a llevar a abrir escuelas en los pueblos, confiándolas a la dirección y al cuidado de la Congregación de los Hermanos del Sagrado Corazón.


En 1823, Andrés Coindre abrió la escuela de Monistrol (Haute-Loire). En 1824, las de Le Monastier (Haute-Loire), Saint-Symphorien-de-Lay (Loire) y Pradelles (Haute-Loire). En 1825, las de Cailloux-sur-Fontaines (Rhône), Montfaucon-en-Velay (Haute-Loire), Neulise (Loire) y Murat (Cantal). Para 1826 había planificado la apertura de las escuelas de Vals-près-le-Puy (Haute-Loire), Blesle (Haute-Loire) y Marvejols (Lozère) que se abrieron el 1 de noviembre de 1826, cinco meses después de su prematura muerte.


Pero además de abrir escuelas y contribuir cuanto pudo a la educación de los niños y los jóvenes de los pueblos, Andrés Coindre nos dejó sus ideas sobre la educación y el educador en diferentes escritos, aunque no fuera nunca de forma sistemática. Citaré algunas de estas ideas más abajo. Antes haré una breve reflexión de lo que me parece esencial en su pensamiento.


En sus consejos al Hermano Borja, el Padre Coindre se revela como un hábil pedagogo y manifiesta su interés por la tarea o misión de la educación. Prefiere las recompensas a los castigos y cuenta más con la emulación que con el temor. Recomienda al Hermano Borja y a los demás Hermanos que sepan reconocer las buenas actitudes y acciones de los niños y de los jóvenes y mantener la paciencia, la moderación y la confianza en toda su acción educativa.


Para el Padre Andrés Coindre, ser educador es crear lazos de unión con los niños o con los jóvenes, es confiar en sus posibilidades, es esperar que den lo mejor de ellos mismos; por eso cree que el buen educador debe pasar y hacer pasar a sus alumnos del buen entendimiento a la confianza y de la confianza a la esperanza de alcanzar sus objetivos y sus aspiraciones.

En la metodología que emplea para ayudar al Hermano Borja a llevar adelante su misión lo mejor posible, pone todos los medios para poder entenderse bien con él, para manifestarle su total confianza y para que mantenga la esperanza a pesar de las dificultades en sus tareas y responsabilidades: “Cuente conmigo como con el más entrañable de sus amigos… No estoy descontento de usted… Mantengamos siempre la esperanza…”


Si ser educador es crear lazos de unión, animar, confiar y manifestar esperanza; si el verdadero educador pasa y hace pasar a los niños o a los jóvenes del buen entendimiento a la confianza y de la confianza a la esperanza, entonces está educando en el buen entendimiento, en la confianza y en la esperanza a la manera de Andrés Coindre.


Eduquemos en el buen entendimiento: Para educar a nuestros niños o jóvenes, solamente hay un camino: Estar con ellos de manera significativa y en actitud de escucha… dedicar tiempo para crear lazos de unión… ser muy paciente… compartir con ellos una reflexión motivadora, incluso una oración vivificante…


Eduquemos en la confianza: En ocasiones puede ser bueno establecer un “contrato de confianza” entre educadores y jóvenes en el que aparezcan los valores del respeto, la tolerancia, la honestidad, la equidad, y la lealtad para poder favorecer y crear un clima de confianza mutua.

Eduquemos en la esperanza: Sobre todo en las escuelas católicas, el compromiso de la educación es en primer lugar espiritual. La verdadera esperanza cristiana abre a la eternidad. El lema “Ánimo y confianza” y la expresión “Se hace mucho bien con su ministerio. Quedará más de lo que usted piensa” del Padre Coindre deben invitar, animar y motivar a los educadores a cultivar la dimensión transcendente de sus alumnos.



En la vida de cada día sabemos que ante la insubordinación de los niños y los jóvenes o la incomprensión de los padres, la tarea de la educación será a veces difícil. Vendrá la tentación de desanimarse. Pero si se tienen presentes las dificultades que encontró el Jesús docente que recorrió los pueblos y ciudades de Palestina y habló en sus sinagogas, la gloria que se procura a Dios y el bien que se hace a los niños y a los jóvenes el ánimo volverá.


Si admiramos, con razón, la entrega de los que se dedican a las obras de misericordia corporales, con mayor razón debemos apreciar el celo apostólico de los que se ocupan de formar el corazón y de embellecer el alma de los niños y de los jóvenes.


En las primeras Reglas que el Padre Andrés Coindre dio a los Hermanos del Sagrado Corazón, en sus cartas al Hermano Borja, que eran también para los demás Hermanos, en las máximas a las Hermanas de Jesús-María, que podemos considerar también para nosotros, encontramos algunas consideraciones morales o espirituales y algunos sabios consejos pedagógicos para los educadores.

Citaré a continuación algunos breves textos de las primeras Reglas dadas por el Padre Andrés Coindre a los Hermanos en 1821, de sus cartas al Hermano Borja y de sus máximas a las Hermanas de Jesús-María que pueden orientarnos y ayudarnos en la reflexión, el diálogo y la aplicación de una sana pedagogía con los niños y los jóvenes de nuestros colegios.

Jesús Ortigosa García, s. c.

 

I. DE LAS PRIMERAS REGLAS dadas por el Padre Andrés Coindre a los Hermanos en 1821


De la mortificación y de la penitencia:

De todas las penitencias y mortificaciones a las que los Hermanos pueden someterse, no hay ninguna más meritoria ni más agradable a Dios que la de las penosas ocupaciones de la educación de la juventud. Se imaginarán a Jesucristo, su maestro, instruyendo a sus Apóstoles y, considerando esta situación, soportarán con paciencia la tosquedad y la insubordinación de los niños.


Del celo apostólico:

La salvación y la santificación de las almas es uno de los fines de nuestra congregación. Los Hermanos del Corazón de Jesús recordarán a menudo estas palabras de Jesucristo: “He venido a traer fuego a la tierra y no deseo sino que arda”. Procurarán que este fuego prenda en todos los corazones, después de habérselo incorporado ellos mismos del Sagrado Corazón de Jesucristo. Estas palabras: “He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres y que solamente recibe ingratitudes”, les conmoverán siempre; recordarlas les ayudará en su trabajo para formar y educar bien a los jóvenes. Repetirán a menudo con Jesucristo: “Dejad que los niños vengan a Mí; porque el Reino de los cielos es para los que son como ellos”. Considerarán un gran honor el poder realizar un trabajo con el que participan en el objetivo que se propuso Jesucristo al hacerse hombre.


De la prudencia:

Que nadie se marche disgustado de vuestra casa, aunque fuera el último de los pobres que viniese a importunaros; respetad en él el precio de la sangre de Jesucristo y que nadie pueda acusaros de que lo habéis rechazado o menospreciado.


De la cortesía:

Los Hermanos serán corteses con todos no sólo por conveniencia, como la gente del mundo, sino por virtud y porque así lo pide el estado de perfección que han abrazado. Dedicados a la tarea de la educación, es preciso que se ganen la confianza de la gente y que sus alumnos encuentren en ellos modelos a imitar en todos los aspectos.


II. DE LAS CARTAS DEL PADRE ANDRÉS COINDRE AL HERMANO BORJA


Actúen siempre con mucha condescendencia, mansedumbre y caridad.

Suavicen la firmeza con la bondad; no se excedan nunca.

Los celos y el amor propio son más eficaces que los castigos.

Haga lo que San Pablo aconsejaba a Timoteo: Reprenda, ruegue, amoneste con toda paciencia y sabiduría.

Los jóvenes que usted educa no olvidarán sus lecciones ni sus virtudes, aunque ahora no le den demasiadas satisfacciones.

Cuando uno hace todo lo que puede, hace todo lo que debe.

El deseo de instruir, edificar y salvar al prójimo es lo que Dios nos pide por encima de todo. “Los que instruyan a otros, brillarán como las estrellas por toda la eternidad”.

Mantengan su firmeza sin severidad y su bondad sin debilidad.

No pidamos nunca a los hombres más de lo que pueden.



III. DE LAS MÁXIMAS DEL PADRE ANDRÉS COINDRE

a las Hermanas de Jesús-María


El celo apostólico que tiene como objetivo la santificación de las almas tiene más valor que el que se ocupa [de la salud] de los cuerpos; si las obras de misericordia corporales son tan elogiadas y apreciadas, ¡cuánto más deben serlo las que se ocupan del bien de las almas!


Si es hermoso vestir al desnudo, es todavía más hermoso embellecer a las almas con la inocencia y la santidad. Si es bueno dar de comer al hambriento, es todavía mejor alimentar a las almas con la formación religiosa.


La amabilidad es un medio muy poderoso para llevar a las almas al cumplimiento de su deber y a Dios. Esta amabilidad emana del corazón de nuestro Señor que decía: Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón, virtudes que Él practicó en el más alto grado.



Me complace ofrecer aquí el llamado “Acordaos” de Andrés Coindre a la Virgen María en agradecimiento a quien tantos Hermanos del Sagrado Corazón consideramos como nuestro Padre espiritual.



EL “ACORDAOS” DE ANDRÉS COINDRE A LA VIRGEN MARÍA


¡Oh bienaventurada Virgen María! ¡Oh dulce Virgen María!

¡Eres nuestra Madre! ¡Somos tus Hijos!

Acudimos a Ti con confianza.

Sabemos que nuestras oraciones serán escuchadas.

Ayúdanos a llevar nuestras cargas.

¡Oh María, Madre del amor!

Calma nuestras pasiones.

Protégenos en nuestras luchas. Amén.


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