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El Padre Andrés Coindre nos envía una carta en el Bicentenario

Amados hijos míos

Y al mismo tiempo, como me sucede a menudo ante las dificultades o desafíos, me vienen a la mente expresiones del Evangelio que no hacen más que desasosegarme… Y me viene aquello de “no he venido a traer la paz sino la espada” (Mt 10, 34). Sí, lo mío no va a ser fácil, pero siento que es lo que debo hacer…


Y me dormí, al fin, algo sobresaltado e inquieto.


Sin embargo, seguí razonando en la irracionalidad del sueño… Dios habla en sueños también, porque toda entrega definitiva a Él no hace distinción entre contemplación y acción… San José, esposo de la Virgen, es un ejemplo de ello.


En la nebulosa del letargo, se me apareció un enorme y extraño rebaño de ovejas con cabezas de niños y jóvenes, deambulando sin ton ni son ¡por las calles de Lyon! Apareció, también, no se sabe de dónde, un pastor que se me parecía —gordo y todo, con sotana— y que, cansado, se había sentado a la sombra de un árbol. De pronto, se le acercaron unos hermosos perros, entre ellos Nube, mi fiel perra ovejera muy guardiana y cariñosa. Les señalé con la mano y ellos solos ordenaron toda la majada. Ahí sí, me dormí profundamente con una sonrisa y se acabó el divague.


Para colmo, a la mañana siguiente, para la meditación del día, me cayeron del cielo como un rayo estos pasajes evangélicos:

- “En cuanto a ustedes, no se hagan llamar ‘maestro’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos” (Mt 23, 8).

- “El más grande de entre ustedes que se haga servidor de los otros…” (Mt 23, 11).


Fui armando los retazos de los sueños desperdigados con esta Palabra y empecé a armar un puzle-mensaje que el Espíritu me inspiraba.


Entonces llegué a algunas certezas sobre el tema que me acuciaba y que les quiero compartir en esta celebración del Bicentenario, a modo de referencia y, tal vez, de motivación.


Partir de la lectura de la realidad que nos toca vivir y no rehuirla: siempre habrá niños y jóvenes necesitados… y habrá que dar una respuesta que brinde seguridad al “rebaño” que es éste y no otro que pudiéramos desear.


Las sociedades siempre eligen a quienes descartar, empezando por Cristo. En mi época fue fruto de la Revolución Francesa. Pienso que así seguirá siendo en el futuro. ¿Pasa eso en la de ustedes? ¿Con qué excusas esta vez?


Pero éste no será un trabajo de individualidades sino de un trabajo en común, se trata de una obra comunitaria. Es construir comunidad en comunión. Que es como decir: Jesús es el centro que nos convoca a la comunión, con un estilo fraterno, misericordioso, compasivo, cercano, tierno, esforzado y generoso. No por nada establecí como patronos de la fundación al Corazón de Jesús y a su Madre, en la advocación del Inmaculado Corazón de María. ¡Educar desde el corazón, de corazón a corazón!


Busqué las herramientas apropiadas: maestros y hermanos; es decir maestros fraternos. ¡Eso es trabajo y servicio! Educar corazones desde el corazón a semejanza del Maestro: “¿Nadie te condenó? Yo tampoco. Vete y no vuelvas a pecar” (Jn 8, 11). ¿Quién no ve ahí la pedagogía de la confianza? Y por si esto fuera poco, puse la congregación en manos de la tierna Madre de Jesús —Nuestra Señora de Fourvière— para recordar permanentemente su consejo materno: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2, 5).


Tendría mucho por decir, pero no me quiero extender más. No les pido perfección, les pido una actitud, que podrán alimentar con estos deseos que espero que se conviertan en luces en su camino Corazonista:

  • Tu corazón, salido de las manos de Dios, debe latir para Él (P. Coindre)

  • ¡Que tu confianza en Dios no tenga límites! (Hno. Policarpo)

  • El amor fraterno debe ser el alma de nuestra comunidad (Hno. Policarpo)

  • ¡Ánimo y confianza! (P. Coindre)


Con todo afecto, en Jesús Maestro y Hermano.





P. Andrés Coindre


(Hno. Roberto De Luca)

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