El Hno. Policarpo nos enseña a orar
A veces nos imaginamos que quienes viven o han vivido más cerca de Cristo “la tienen clara”, que no deben soportar las dudas o dificultades que las demás personas, pero no es así. El Venerable Hermano Policarpo pasó muchísimas dificultades en su vida, pero lo que le diferencia y lo convierte en un referente es su docilidad al Corazón de Jesús y su disponibilidad a todo con tal de estar más cerca suyo. Publicamos hoy esta hermosa oración suya para que nos ayude en nuestro propio camino espiritual, especialmente en los momentos más difíciles.
Amado Jesús mío:
¡Ojalá tuviera un corazón semejante al tuyo!
Que yo comparta tu bondad, y el encanto de tu mansedumbre y de tu humildad. Que tenga también tu celo que se inmola por la gloria de Dios, que se entrega por la salvación de las almas. Si no se me concede tal favor, quiero, al menos, establecer mi morada en ti, sacar de ti mi fuerza y mi felicidad. Sólo tú eres mi vida, mi esperanza, mi bien. Salvador mío, hazme comprender ímpetu y la amplitud de tu amor por mí. Dígnate permitir acercar los labios a tu divino Corazón, a esa fuente de vida de donde fluyen tantas gracias. ¿Me será permitido, dulce Jesús mío, escogerte como lugar de mi descanso de donde nunca vuelva a salir? ¿No será demasiada temeridad y presunción por mi parte? Quiero asemejarme a ti, Jesús crucificado, devolverte amor por amor, incluso al precio de los mayores sacrificios. Con el auxilio de tu gracia, mi divino Salvador, quiero tender a la abnegación de mí mismo esforzándome por preferir siempre el sufrimiento a los atractivos de la vida, la pobreza a las riquezas, el rebajamiento y los desprecios a los honores y a la buena fama. Por tanto, Jesús, graba en mi corazón estas palabras tuyas: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz de cada día y sígame”.
Hno. Policarpo