En este tiempo de Pascua ¡Jesús nos escribe una carta!
Queridos amigos:
“Ustedes se preguntan entre sí qué significan mis palabras: «Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver».
“Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo”.
Cuando el dolor se aferre a sus corazones, se les oscurecerá el entendimiento y no sabrán para dónde ir ni qué hacer.
¿Por qué creen que acepté la voluntad de mi Padre cuando dije que no se hiciera mi voluntad sino la suya?
Sufrir por sufrir, no tiene ningún sentido. Lo hice por dos razones. Primera: para que, por más que tengan que aguantar, mirándome suspendido en la cruz, les parecerá todo más llevadero. Y segundo, nunca pensé quedarme ni dejarlos bajo el signo de la muerte. No, ¡he resucitado! ¡He vuelto a la vida! Y no sólo eso. Sabiendo de sus debilidades, de sus dificultades, de las burlas del mundo que les rodea… opté por quedarme entre ustedes. ¿Qué tal? ¿Y cómo? ¡Con la Eucaristía! ¡Sí aquí estoy, ahora, en medio de ustedes! ¡Y los acompaño en la capilla del colegio, todos los días!
Ahí estoy presente con todo lo que soy, Hombre y Dios verdadero, bajo unos simples signos que saqué de su realidad concreta: el pan y el vino.
A vos, te digo; y a vos, y a vos. Tomate cada día un espacio para encontrarme en la oración; y frecuentemente, recibime en la comunión. Quiero estar con vos, quiero hablarte al corazón. Allí donde nadie más nos escuche. Estés como estés, Yo te hago el aguante. No esperés a necesitarme por algo en especial… Te aseguro que siempre tendrás necesidad de Mí. Porque yo te quiero y no puedo verte sufrir, pero también quiero regocijarme con tus alegrías y logros. Soy tu amigo del alma. El más íntimo. Soy tu confidente más seguro. El que nunca falla. Por favor, ¡no me dejés! Sin mí nada vas a poder hacer, salvo extraviarte, y Yo lo hice, lo hago, todo por vos. Pensalo, no me dejés solo. Te necesito para que le digas a ese mundo que te rodea, que vivo, que lo amo y que quiero convertir su tristeza en gozo.
Cuidate, amigo mío. Mi Corazón aguarda tu respuesta, tu compromiso. ¡Siempre te esperaré porque te amo!
Jesús de Nazareth