12 palabras para entender qué es un carisma
Compartimos un texto que los Hermanos hemos reflexionado sobre qué es un carisma. Esto nos permite entender mejor nuestro propio Carisma Corazonista, así como otros carismas de la Iglesia.
Un buen sinónimo de carisma es IDENTIDAD. Pero no la identidad de “lo que ya soy” o de “lo que me gustaría ser”, sino la identidad que Dios quiere realizar en mí, si le dejo. Dios ya sabe lo que yo puedo llegar a ser y supera todo lo que yo pueda imaginar.
El carisma está siempre en función de un LLAMADO. Es decir, no depende tanto de mí, como de Él, que es quien me llama. Esa llamada suele encarnarse o expresarse también a través de las llamadas de las demás personas, de sus necesidades.
Es importante comprender que Aquél que nos llama también nos da el don para responderle. Entonces el carisma es un DON. Yo no puedo darme a mí mismo un carisma (sí puedo trabajarlo y hacerlo fructificar), siempre una acción del Espíritu Santo en mí.
Si el carisma es identidad, don y llamado, entonces podríamos también identificar carisma con VOCACIÓN. Si sé cuál es mi vocación sé cuál es mi carisma y viceversa. Por eso trabajar en la pastoral vocacional es ayudar a descubrir el carisma propio a cada joven, y compartir nuestro carisma es colaborar en el llamado vocacional.
El carisma es una forma particular de vivir el EVANGELIO y nos lleva hacia Jesús. “Cada carisma está contenido en la Escritura, en una página de ella o algunas líneas del Evangelio que se subrayan de una manera especial” (P. Cencini).
Hasta ahora hemos hablado (implícitamente) de carismas personales, pero Dios da también carismas comunitarios. Cada tanto el Espíritu hace surgir personas con el don de “abrir” nuevos caminos no sólo para él, sino para otros que le seguirán. Por eso cada instituto tiene su FUNDADOR, que de alguna forma inaugura un nuevo modo de ser cristiano, dentro de la comunión eclesial.
Estos caminos siempre implican una forma de vivir con los otros. Cada carisma implica un modo concreto de vivir en COMUNIDAD. Experimento un “sentido de pertenencia” con aquellos que comparto un carisma.
Cada carisma conlleva una forma especial de entender y vivir la ESPIRITUALIDAD, es decir la relación con Dios. El carisma implica una “experiencia mística” propia que resalta, por ejemplo, alguno de los aspectos esenciales de Jesús o de María.
Si bien la iniciativa siempre es de Dios, no podemos olvidar que el carisma precisa de nuestro ESFUERZO. Dios es el que hace, pero necesita que le dejemos hacer y pongamos lo mejor de nosotros. Esto es un “camino ascético”.
También un carisma implica una MISIÓN, un servicio concreto a la Iglesia y al mundo. Dios llama desde toda realidad de pobreza, pero quienes tienen un carisma en común sienten la necesidad de responder particularmente a alguna de sus formas, con un “compromiso apostólico” concreto.
Un carisma puede y debe ser COMPARTIDO. Lo que Dios nos ha regalado no es sólo para nosotros, sino para que otros también lo vivan, aunque no sea desde el mismo estado de vida. Compartir el carisma es dar testimonio y poder decir con sencillez a los demás cómo vivimos nuestra vida.
Finalmente diremos que el carisma es un regalo de Dios para nuestra FELICIDAD, para nuestra autorrealización en su sentido más profundo. Felicidad no es sinónimo de “facilidad”, pero sabemos que ninguno de nuestros planes puede superar la alegría de ser amigos de Jesús y vivir su Evangelio, por más dificultades que se nos presenten.